Los hijos adoptivos y las consecuencias psicológicas

En sus pocos años de vida, los niños adoptados han vivido abandonos y falta de afecto, pero su integración es posible.Los niños adoptados deben ver en sus nuevos padres seguridad y entereza, pues ello les tranquilizará.

Aunque la mayoría de los niños adoptados tienen una gran capacidad de adaptación, los padres deben tener en cuenta que emocionalmente se encuentran en una situación muy especial. 

Por lo general, el trabajo psicoemocional y educativo por parte de las familias adoptantes mejora el estado físico, mental y emocional del niño.

No obstante, esa «reparación» resulta más difícil cuanto mayor es el pequeño adoptado, sobre todo cuanto más ha sufrido con la familia biológica o en el orfanato. A partir de la edad de 3 o 4 años, se requieren grandes dosis de atención y cuidados para lograr ese cambio.

Consecuencias psicológicas 

Dificultades en el proceso de vinculación:

La falta de figuras de apego seguro en las primeras etapas de la vida, por el abandono de la familia de origen y los cambios frecuentes del personal cuidador en las instituciones donde han permanecido, tiene su repercusión frente a cada nuevo intento de vinculación.

En ocasiones los niños muestran, en los primeros momentos, reacciones contradictorias y ambivalentes que se manifiestan en los momentos de separación y de reencuentro, pueden alternar entre tristeza, pérdida de respuestas emocionales, retraimiento, reacciones agresivas, temor o hipervigilancia, insensibles en algunas ocasiones al consuelo.

En muchas ocasiones, los niños presentan una excesiva dependencia de la presencia física de los padres, que nos habla de su necesidad de constatar que no se producirá una nueva situación de abandono.

Frente al estado de desconcierto que la nueva situación afectiva produce, muchos niños viven durante cierto tiempo en un estado de alarma emocional permanente, y reaccionan de forma desmedida tanto frente a situaciones de angustia como a situaciones de alegría.



Dificultades en el ámbito escolar:

Acorde la edad del niño y a la realidad laboral de sus nuevos padres, es probable que transcurrido poco tiempo desde su llegada, el menor tenga que realizar el esfuerzo de incorporarse a la vida escolar.

Este ingreso a la escuela, que en algunos casos suele hacerse de forma abrupta, puede ser percibido por los menores como un nuevo abandono por la similitud con las situaciones vividas en el centro de menores del que proceden (muchos niños al cuidado de unos pocos adultos), y el temor a perder a su nueva familia.

En algunas ocasiones, aunque la integración inicial haya podido ser buena, puede presentarse un empeoramiento en las conductas de los niños, con dificultad para aceptar las normas y, en algunas ocasiones, conductas de desafío a la autoridad del adulto. El niño necesita comprobar que el profesor le acepta, que el vínculo establecido con él es seguro.

Esta necesidad de reclamar mayor atención por parte del adulto tiene su origen en las dificultades que el proceso de apego ha presentado en la vida de muchos de estos niños.

Estas circunstancias pueden tener repercusión en su capacidad de comprender y asimilar los nuevos aprendizajes. Con frecuencia pueden presentar dificultad para concentrarse y atender, y para permanecer quietos durante largos periodos de tiempo, situaciones que motivan su bajo rendimiento académico, y en algunas ocasiones un diagnóstico erróneo de hiperactividad, con o sin déficit de atención.

Ante los problemas de conducta, ¿cómo deben actuar los padres?

  • Hay que evitar valorar los problemas de conducta, exclusivamente, como conductas que puedan ser objeto de castigo o premio. Aunque en algunas ocasiones los padres puedan censurar o castigar una conducta, habrá que valorar si estas, están relacionadas con un vínculo inseguro, ya que en este caso habrá que tratarlo de forma específica.
  • Hay que motivarles a sentirse a gusto tal y como son. Felicitándoles por sus pequeños y grandes logros, haciéndoles ver lo valiosos que pueden ser y enseñándoles a aceptar las cosas buenas y malas de sus vidas, les ayudará a evitar caer en el rechazo de sí mismos.
  • Hay que prepararle e informarle cuando se vaya a producir una circunstancia que pueda afectar a aspectos vitales del niño. Se trata de evitar situaciones inesperadas que podrían crearle confusión y rechazo.
  • Hay que tener paciencia y aceptar que el niño no ha sido formado desde el inicio por nosotros, nuestros valores y principios. No debemos sentir que los retos y desafíos son una conducta de provocación ejecutada a propósito para fastidiarnos. Tener un hijo implica muchos cambios y encontrar un nuevo equilibrio es algo que se consigue con el esfuerzo de todos.

 

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