¿Cómo controlar ataques de pánico?

Sudor, mareos, dolor en el pecho y taquicardia. Estos son solo algunos de los síntomas de una crisis de ansiedad o ataque de pánico. Su origen no necesariamente es físico y suelen suceder sorpresivamente.

Acudir a un especialista rápidamente para identificar por qué ocurren es el primer paso para poder superar un problema de salud que, lamentablemente, se ha vuelto común entre nosotros.

Las crisis de pánico son episodios repentinos en los que comenzamos a sentir una sensación intensa de temor sin razón aparente, acompañada de otros síntomas como taquicardia, mareos e hiperventilación pulmonar.

Su duración puede ser de algunos minutos hasta horas, sin embargo, para quien las vive pareciera que durara un tiempo mucho más largo que lo que realmente duró.

¿Qué se siente durante un ataque de pánico?

Los síntomas más intensos de una crisis duran entre 10 y 15 minutos, siendo los más comunes:

  • Miedo intenso y sin motivo aparente
  • Dificultad para respirar (disnea)
  • Sensación de desmayo
  • Taquicardia
  • Sudoración
  • Dolor de pecho
  • Mareos

¿Qué desencadena un ataque?

Uno de los aspectos más aterradores de estos episodios es la imprevisibilidad. Pueden ocurrir en cualquier lugar, a cualquier hora, e incluso pueden despertarte de un sueño profundo.

Puedes sentirlos cuando estás perfectamente tranquilo o cuando tienes mucho estrés—por ejemplo, cuando sientes la presión de cuidar de uno de tus padres o tienes demasiado trabajo en la oficina—. Un cambio, quizás una mudanza grande, también puede causar una reacción muy ansiosa de lucha o huida.

Las mujeres tienen casi el doble de probabilidades que los hombres de sufrir ataques de pánico. La menopausia y el desequilibrio hormonal que la acompaña pueden hacer que sean particularmente vulnerables.

¿Cómo podemos tratarlos?

La buena noticia: los ataques de pánico son muy tratables. Se ha demostrado que la terapia cognitivo conductual es altamente eficaz para quienes sufren ataques frecuentes. Existen también algunos trucos para ayudar a prevenir un ataque de pánico o sobrellevar un episodio inesperado.

Antes de un ataque…

Comunícalo. Si sabes que eres propenso a sufrir ataques de pánico, déjales saber a las personas más cercanas a ti para que puedan reconocer los síntomas y ayudarte a sobrellevar los episodios. Hay otro beneficio de exponer tus ansiedades.

A veces sentimos vergüenza por los ataques de pánico. Pero es interesante: cuando alguien empieza a compartir sus historias, otros se confiesan y dicen,»Oh, sí, yo he pasado por eso». Saber que no estás solo te hace sentir mucho mejor.

Evita los estimulantes. Cualquier estimulante que incremente el nivel de adrenalina puede aumentar las probabilidades de sufrir un ataque de pánico. En particular la cafeína y los medicamentos de venta libre diseñados para aumentar la energía.

Ciertos medicamentos también pueden activar los ataques, incluidas las pastillas para la alergia y algunos medicamentos para el dolor de cabeza y la migraña que pueden contener cafeína (como la aspirina y el paracetamol).

Durante un ataque…

Respira lentamente. Cuando sientas que se acerca el pánico, concéntrate en tu respiración. Si puedes regularla y llevarla al nivel más lento que te resulte cómodo, quizás evites un ataque.

Usualmente, durante un ataque, la persona jadea y se le hace difícil inhalar oxígeno. Beber de una botella de agua ayuda a regular la respiración y restablecer el ritmo normal.

Pon los pies en la tierra. Contrarresta ese miedo repentino volviéndote a enfocar en lo que te resulta familiar. Cuando tienes un ataque de pánico, empiezas a mirar a tu alrededor y a preguntarte,»Espera… ¿en dónde estoy?». Si estás en casa, busca tres o cuatro cosas que sean reconfortantes y te hagan sentir seguro.

Puede ser una pintura, fotos familiares o incluso tu jardín. En poco tiempo te sentirás más asentado psicológicamente y menos preocupado por la incertidumbre.

Acepta el ataque. En vez de luchar contra esas sensaciones incómodas, quédate en el momento presente y acéptalas por lo que son —una reacción normal de tu cuerpo a tus pensamientos de miedo—. 

Te puedes decir: ‘Bien, esto es incómodo, pero puedo manejarlo’. Cuando haces frente a esos pensamientos catastróficos y los desafías, les quitas su intensidad y poder.

Tensa los músculos. Sí, parece contradictorio, pero alternar entre una tensión constante y una tensión exagerada intermitente puede ayudar a relajar tu cuerpo y calmar tu mente.

Prueba esta técnica simple: sentado en una silla, tensa y relaja los varios grupos musculares. Empieza por los pies, tensa los músculos durante 10 segundos y luego continúa recorriendo tu cuerpo hacia arriba.

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