En la vejez suceden diferentes tipos de pérdidas que conllevan a pasar por un proceso psicológico, llamado “duelo». Una de las pérdidas más intensas son las que conllevan relaciones significativas, es decir, perder a personas o familiares (cónyuge, hijos, etc) que son pilares para la vida de uno. Otras pérdidas, son las intrapersonales, las cuales son las capacidades físicas (ver, escuchar, sentir, entre otros) y cognitivas (memoria, atención, concentración, entre otros) del mismo cuerpo. Y también existen las pérdidas materiales y de ocupación, tales como: el trabajo, objetos, casa, entre otros. Si bien ya sabemos que una pérdida nos conllevará a un proceso de duelo, este no tiene un tiempo determinado o fijo, puesto que esta va depender de la intensidad o apego que se tuvo con aquello que se perdió, sin embargo, un tiempo aproximado es de 1 año.
En cuanto a las fases del duelo, es esta inicialmente se presenta la negación y rechazo, esta fase tiene que ver con pensar que todo ha sido un sueño, o pensar en llamar por teléfono a esa persona y ser conscientes en ese momento de que ya no está con nosotros, etc. La segunda fase, es la de ira y rebelión, durante la fase de ira surgen las cuestiones: “¿Por qué ha tenido que pasar esto?” “¿Por qué ha podido permitirse esa injusticia?”. Y también se intentan buscar “culpables”. La negación empieza a convertirse en rabia, resentimiento y profunda sensación de injusticia. Seguidamente, surge el miedo y negociación, estos procesos emocionales están relacionados con la fase de negociación, la persona intenta llegar a un acuerdo consigo misma para superar esta experiencia traumática, ante la complejidad de aceptar una realidad tan dura. Luego de ello, se produce la depresión, es la fase de tristeza más profunda, que suele desembocar en estados depresivos. Después de ello, surge la aceptación, poco a poco la persona se dirige a esta fase, la cual suele ser la etapa más larga. Por último, surge la reconciliación y serenidad: La vida vuelve a recuperar sentido. La persona alcanza esta etapa sintiendo calma, y empieza a recordar al fallecido desde un punto de tranquilidad
Por otro parte, la resolución normal o no del mismo va a depender de múltiples factores. Y es aquí donde se resalta la importancia de la valoración que haga el individuo de las amenazas y privaciones que le supongan la pérdida, y de los recursos propios, ambientales y de apoyo psicosocial que posea para afrontarla, así será la evolución del proceso, el cual será siempre personal.
A pesar de ser un proceso que entra dentro de la normalidad, éste resulta casi siempre muy doloroso y a veces realmente incapacitante, al menos temporalmente. Las personas que pasan por este proceso deben de pasar por diferentes desafíos, inicialmente ellos deberán de reconocer la realidad de la pérdida, hablando de la pérdida con todos los afectados de una manera asertiva y progresiva. Luego de ello, será necesario pasar por el desafío de abrirse al dolor, necesidad de reconocer y darse tiempo para sentir el dolor y la pena por la muerte. Otro desafío, que se presenta en esta etapa es el de revisar su mundo de significados, replantearse su sistema de creencias y valores. De la misma forma deberá de reconstruir la relación con lo que se ha perdido, la cual pasa a estar basada en una conexión simbólica en lugar de en la presencia física. Y el último desafío el cual será muy determinante a largo plazo, será el de reinventarse a sí mismo. Es por ello, que en esta etapa será esencial el apoyo emocional y acompañamiento continuo al adulto mayor, para ello se deberá dar seguimiento a los hábitos que la persona está manteniendo, y brindarle ese soporte continuo.
Ingresa al link de la entrevista https://www.youtube.com/watch?v=6_DgstAVsGw&t=1s